Concibo la terapia como un taller de confección en el que se elabora un traje hecho a medida para el solicitante. Es un diseño único que se crea mano a mano y con mucho cariño entre dos expertos, por un lado el paciente, experto de sí mismo y por tanto conocedor de que tela y medidas le harán sentirse mejor, y por otro lado, yo, la psicoterapeuta, experta en la conducta humana y en la forma de coser esas telas para que el cliente se sienta bien.  Para ello, combino de forma integrada diferentes enfoques terapéuticos con el fin de extraer la máxima riqueza para que se logre el cambio (el traje) que necesita la persona.

Debería ser imprescindible que los seres humanos pudiéramos tener brújulas internas basadas en lo que nosotros somos y en nuestros valores para poder movernos por la vida con ellas, de ser así nos sentiríamos más confiados, con valor y flexibilidad para lograr adaptarnos adecuadamente al medio. Para poder fabricar una es indispensable, en ocasiones, alejarse del amparo cognitivo, es decir, dejar de pensar, ya que en muchísimas ocasiones vivir se convierte en pensar y ello deja de ser sano. Por este motivo, se ha de prestar atención a otras fuentes de información muy valiosas como son las emociones.

Las emociones son un sistema informador, nos avisan de algo que para nosotr@s es importante,  nos hablan de nuestras motivaciones, necesidades y vivencias con los demás. Desestimarlas o eludirlas da lugar a no acceder a una información vital que nos manejará sin que seamos conscientes de ello, nos hará sentirnos incongruentes, carentes de armonía entre nuestros sentimientos, pensamientos y acciones, y la dificultad, por tanto, de alcanzar nuestro bienestar.

Sin ellas, elaborar la brújula no es efectivo, ya que el norte estaría en un punto que no hemos localizado. Y es que no hay que olvidar que sentimos desde que estamos en el vientre materno. Abrir la ventana emocional es esencial para poder promover el cambio que buscamos.

¿Y por qué nos asustan tanto las emociones? Existen diversas razones, entre ellas,  el miedo al dolor. Creemos que nos dolerá tanto que no podremos soportarlo, pero la única forma de superar el dolor es atravesándolo. Duele, duele mucho, pero luego baja de intensidad y con el tiempo desaparece. Necesitamos abrazar el dolor, hacer frente a la desesperanza, al sentimiento de indefensión que está siendo evitado, y seguir realmente hacia delante mediante su reconstrucción, siguiendo el símil de la imagen mítica del ave fénix, en la que resurge recompuesto y organizado desde la absoluta destrucción y desorganización.

En el trabajo que se realiza en terapia, se analizan las emociones más básicas (alegría, enfado, miedo, tristeza, asco y vergüenza) desde la aceptación de las mismas. Es importante comprender que dichas emociones son necesarias para la supervivencia y comunes a todas las personas del mundo. Por ejemplo, el miedo prepara al cuerpo para la huida o la lucha, el asco nos aleja de cosas que pueden ser perjudiciales para la salud, la tristeza constituye una alerta de que algo va mal y el enfado nos ayuda a reclamar nuestros derechos y defendernos de lo que consideramos amenazas.

En terapia se aborda la emoción que está bloqueando el cambio, evocándola, repasando los principales momentos de su vida en los que la hayan experimentado y tratando de cambiar la evaluación negativa que se hace de ella, logrando con ello la capacidad de vivir seguros y con aceptación de nosotros mismos, en definitiva viviendo libres y empoderados.

Animo al ser humano a atender a su propia experiencia emocional, integrándola con la razón, consiguiendo ser con ello más sabios de lo que somos como cuando utilizamos sólo nuestro intelecto.