El duelo es el doloroso y natural proceso de elaboración de la pérdida de un ser querido, tendiente a la adaptación y armonización de nuestra situación interna y externa frente a una nueva realidad. La elaboración del duelo significa ponerse en contacto con el vacío que ha dejado la pérdida, valorando su importancia y soportando el sufrimiento y la frustración que comporta dicha ausencia. El duelo consiste en atravesar una serie de etapas con el fin de aproximarse a lo que ocurre, con retrocesos y avances a lo largo del proceso.

 

El duelo consta de 5 fases:

Shock o estupor – Incredulidad/Regresión:

Estado de desconcierto y embotamiento que se caracteriza por la presencia de conductas automáticas y la incapacidad de aceptar la realidad.

 

Rabia o agresividad – Furia/Culpa:

En esta etapa se puede sentir inseguridad y muchísimo enfado en general y también hacia aquellas personas a las que se considere responsables de la pérdida. Este estado va muy acompañado de sentimientos como injusticia y desamparo.

 

Desorganización o desesperanza – Desolación:

Se caracteriza por la conciencia progresiva de que el ser querido no volverá.

 

Reorganización – Fecundidad:

La función de esta etapa es ir afrontando la nueva situación. Es necesaria la reorganización de la propia existencia. Aquí, el recuerdo del ser querido empieza a transformarse en una emoción reparadora. También, se tiene la sensación de estar recorriendo una y otra vez estas cuatro fases pero progresivamente, la adaptación a la realidad de la pérdida se vuelve más tranquila.

 

Aceptación:

A lo largo del proceso hay que superar distintos retos: aceptar la realidad de la pérdida, experimentar el dolor de la pena, adaptarse a un mundo en el que el ser querido está ausente, recolocar a nuestro ser querido y mirar hacia el futuro.

 

Durante el proceso de duelo, se pueden experimentar algunos estados físicos y algunas sensaciones corporales como por ejemplo; miedo, inseguridad, tristeza, náuseas, palpitaciones, opresión en la garganta, dolor en la nuca, nudo en el estómago, dolor de cabeza, pérdida de apetito, insomnio, fatiga, sensación que falta el aire, punzadas en el pecho, pérdida de fuerza, temblores, hipersensibilidad, dificultad para tragar, oleadas de calor, visión borrosa, alteraciones en el humor, apatía, falta de interés, etc.

Algunas conductas habituales durante este proceso son; llorar, suspirar, buscar y llamar al ser querido que no está, querer/necesitar estar a solas, dormir poco o en exceso, distracciones, olvidos, falta de concentración, soñar y/o tener pesadillas, falta o exceso de interés por el sexo, no parar de hacer cosas o no tener ganas de hacer nada, etc.

Podría decirse que un duelo se ha completado cuando somos capaces de recordar aquella persona sintiendo poco o ningún dolor. Cuando hemos aprendido a vivir sin ella y sin todo aquello que conlleva la relación que teníamos con ella. Haber elaborado el duelo también supone dejar de vivir en el pasado e invertir de nuevo energía en nuestra vida presente y nuestro entorno social.