Vivimos en una sociedad en la que todo lo queremos para ayer, con prisas y sin argumentos. Creemos encontrar las soluciones en una pastilla, de forma rápida y efectiva, casi inmediata… pero no siempre esto funciona en todos los casos.

Al iniciar cualquier tratamiento psicológico es primordial partir del compromiso individual, predisposición de colaboración, paciencia y responsabilidad sincera de querer mejorar y/o evolucionar. Seguir las pautas recomendadas por el profesional, colaborar de la manera acordada, activa y, continuada son las premisas necesarias para que el tratamiento funcione. 

Hay estudios que demuestran una alta correlación entre la implicación paterna y el éxito del tratamiento psicológico. Las visitas tienen que ser necesariamente continuadas; al igual que lo es tomarse una medicación. Para garantizar resultados exitosos en el tratamiento infantil se necesita también una colaboración directa con los padres y una coordinación con los colegios.

Cuando hablamos de trabajar con adultos estas premisas se cumplen con más facilidad por la libertad de actuación y decisión de la que parte un adulto; pero en aquellos casos que el tratamiento se deba de realizar con menores de edad es de especial relevancia que sean los padres quienes se responsabilicen de dichas premisas pues sin su colaboración y compromiso es difícil tener éxito.

Hay que tener en cuenta que son éstos los responsables del menor  y quienes en la mayoría de ocasiones deciden sobre sus hijos influyendo directamente en su educación, en su desarrollo emocional y en la imposición de límites. Por ello, sin su colaboración y compromiso es difícil garantizar una mejora. Llegando incluso a considerarse a los padres como co-terapeuras a la hora de aplicar las pautas recomendadas en sesión ya que ellos son los que están la mayor parte del tiempo con el hijo.

Por este motivo, se ha observado y estudiado que un tratamiento infantil debe de ser semanal, se han de involucrar e implicar los padres de una forma regular, además se ha de tener en cuenta el colegio, puesto que el niñ@ para muchas horas al día en situación escolar y dicha situación es totalmente distinta a la familiar.

Cuando hablamos de colaboración, compromiso e implicación también estamos hablando de la capacidad que tienen los padres para implicarse personalmente en el tratamiento. No todos los padres son capaces de aceptar pautas, de cuestionarse su rol como padre o madre y reconocer que en alguna ocasión pueden equivocarse al tomar decisiones que no benefician a la integridad del hijo. En la gran mayoría de ocasiones, cuando esto ocurre, se suele responsabilizar al profesional pues es una manera de descargar su malestar y delegar la propia responsabilidad en otra persona repercutiendo negativamente en el tratamiento y al final, en el bienestar del hijo.

Un buen psicólogo se reconoce porque responde a la demanda del paciente sin juzgarlo, sólo atiende al paciente como experto, es decir, cuando sabe de la problemática profundamente de lo contrario lo deriva a algún compañero, establece una buena relación y comunicación terapéutica centrada en el paciente, la escucha es activa, trabaja a partir de los valores de su cliente siendo su único objetivo la mejoría del consultante orientándose siempre en esta dirección, asesorando con las mejores estrategias comprobadas empíricamente. El buen profesional ejerce desde una praxis adecuada basándose en el código deontológico que ampara la profesión y teniendo como referencia un marco formativo que aplica a la práctica adaptándose al caso concreto que atiende en un momento determinado.