En psicología conocemos esos “accidentes nocturnos” como enuresis nocturna. Pero se pueden encontrar otros subtipos, como enuresis diurna o mixta. Por su forma de presentación también podemos hablar de enuresis primaria cuando el niño nunca ha presentado continencia urinaria durante un periodo prolongado y de enuresis secundaria cuando el niño moja la ropa durante el día o la noche después de un periodo de continencia de 6 a 12 meses.

La denominación enuresis diurna primaria hace referencia si persiste durante el día después de los 4 años y enuresis nocturna primaria si persiste durante la noche después de los 6 años. La enuresis nocturna es el tipo más frecuente, constituye el 85% de todos los casos. Se produce al menos “un episodio de mojar la cama” en el 15–30% de los niños de 6 años y al 6-8% de los de 10 años, con mayor prevalencia en niños que en niñas.

En la mayoría de los casos, la enuresis nocturna pasa simplemente porque el niño duerme profundamente y no se despierta cuando su vejiga está llena. Además, varios estudios han hallado que existe una predisposición genética. La incidencia cuando ninguno de los padres tuvo enuresis es del 15%, si un progenitor lo ha sufrido aumenta al 44% y si son ambos padres, el porcentaje asciende al 77%. Entre otros factores que favorecen su presencia, también se encuentran conflictos familiares, cambios importantes (de domicilio o escolares) o procesos de duelo, entre otros.

 

¿Cómo se trata? 

Habitualmente no se indica tratamiento antes de los 6 años porque la tasa de curación espontánea es elevada. Incluso después de los 6 años, la curación espontánea en la enuresis primaria asciende al 15%. En caso de tratamiento psicofisiológico, la intervención del psicólogo está indicada cuando se ha descartado origen físico y en los casos en los que los factores contextuales son determinantes.

Por ello, el proceso terapéutico empezaría realizando una correcta valoración de cada caso, a fin de aplicar un tratamiento personalizado y especifico para cada niño. La enuresis no es trastorno grave, pero puede ser un problema difícil para los niños, generando miedos e inseguridades. Por ese motivo, es fundamental proporcionar asesoramiento al niño, ya que será participe, y adoptara un papel activo y responsable en todo el proceso terapéutico, y a la familia, con el fin de proporcionar pautas cognitivas/conductuales para acompañar el proceso.